Todos mis recuerdos comienzan con un abrazo.
No importa cómo lo describa. Más largo, más
corto, más intenso o más suave... Eso no es lo importante.
Su significado, su momneto... Eso es lo que
importa.
Un abrazo que llegó a mi vida en el momento
en que lo necesitaba. Para ser más exacta, es lo único que necesitaba.
Un abrazo cuyo significado fuera "no
pasa nada". Un "todo está bien". Un "no importa cuándo,
cómo o por qué, no pasa nada, estoy aquí, no eres estúpida, todo está
bien.". Un "estoy aquí... contigo...".
Yo, en mi caso, sólo necesitaba un abrazo. Un
abrazo de alguien especial.
Ese alguien que no importa cuándo, o cómo, no
te juzga. Ni ahora, ni antes, ni después ni dependiendo de las circunstancias o
condiciones. Un abrazo que te hace sentir que te quieren así, con tus errores,
con cómo eres, con tus defectos. Que te hace sentir que podrías dárselo todo a
esa persona en ese mismo instante si te lo pidiera. Con el que te sientes
segura, con el que sientes que nadie más te hace falta.
Pero esos alguien no existen.
Al menos para mí.
Así que, una y otra vez, pongo el cronómetro
en marcha.
Y siempre habrá alguien para recordarte que
llevas muchos cronómetros encima. Que todos te importan. Que todos te duelen,
pero todos se paran. Porque al fin y al cabo, esa es su función, ¿no?
Medir el tiempo.
El tiempo que tardan en cansarse de ti, de
encontrar algo mejor, de priorizar de verdad.
Ojalá sólo tuviera un cronómetro.
Ojalá el que más tiempo lleva en marcha, no
me pusiera en pausa.
Ojalá no existieran los cronómetros.
Ojalá, alguno de esos cronómetros se
convirtiera para mí en un reloj de arena con infinita arena. Porque infinitos
granos de arena tengo yo para todos esos cronómetros.
Infinitos granos de esperanza vacía y
dolorosamente rota.
¿Qué hago yo con toda esa arena?
¿Qué hago yo con todo ese amor?
Con todos estos sentimientos... Con todos
estos recuerdos. Con todo lo bonito que fue y nunca más volverá a ser y te pesa
en el alma y te sangra en los ojos.
¿Qué hago yo con todas estas cicatrices si no
se pueden borrar?
Si quedan marcadas para siempre...
Perdón por no saber dejar de querer... Perdón
por no ser alguien a quién se puede querer a toda costa.
Perdón por jamás... Estar a la altura.
Perdón por ser feliz con, literalmente, ver
reír a quien quiero de verdad
Perdón por no ser capaz de hacer feliz a
alguien sólo con mi sonrisa.
Perdón... y ya...