Es terrible perder a alguien.
A veces ocurre de pronto. A veces lo ves venir. Y hay quien opina que la primera es peor que la segunda así como quien opina lo contrario.
Yo reniego ambas. Le has perdido; eso es lo único que cuenta.
Recuerdo a la perfección aquella época, desde los 13 años aproximadamente, tal vez un poco antes, tal vez un poco después. Entonces consideré que aquello era lo más difícil que había tenido que soportar nunca. Hoy soy consciente de que no lo es, todavía queda mucho por soportar. Entonces pensé que no quería perder a nadie más nunca. Entonces pensé que si de mí dependía nunca lo haría. Lo olvidé, para variar.
Cuando en ese momento miraba atrás, me lamentaba una y otra vez por aquella vez que lloré por no ir a tal sitio o cuando me quejé por no haber tenido aquello. Ahora que en realidad necesitaba llorar, gritar, culpar al mundo de la suerte que nos había tocado, no podía.
No recuerdo todo tal y como pasó; mi genética y mi consiguiente y absurda capacidad memorística me lo impiden, pero hay cosas que se me quedaron bien grabadas.
Como el día en que me enteré de que ella tenía esa horrible enfermedad. Dijeron: ''le quedan días''. Sin más. Lo primero que hice fue pensar en mi familia. Pensé, ''¿qué será de mi madre? ¿mi prima? ¿mi tía?'' Si a mí me dolía, no podía imaginar a quienes eran más cercanos. No podía pensar.
También recuerdo perfectamente los interminables viajes en coche de casa al pueblo, del pueblo al hospital, de casa al hospital y de vuelta a casa después de la tarde entera dando vueltas. Recuerdo que mantenía la mirada fija en la ventanilla, viendo pasar todas aquellas típicos grandes almacenes de carretera, que ya me sabía de memoria, intentando adivinar cual sería el siguiente, distrayendo la mente, intentando imaginar. Recuerdo que solía pensar: ''Podría dormirme...Podría dormirme y despertar cuando todo haya pasado, cuando ya no duela.'' Hubiera sido el plan genial, ¿eh?
Recuerdo el día en el que sufrió un desmayo y me dejaron con todos los pequeños, sola, esperando. Estaban asustadas, aunque dudo que más que yo porque no entendían del todo la gravedad de la situación, así que les dije que me miraran, que mientras a mí no me vieran preocupada no tenían por qué asustarse. Esa fue la primera vez que tuve que mantenerme firme. La primera..., y la definitiva. A partir de entonces, ya no hubo modo de volver atrás. Ya no pude volver a mostrarme asustada, mi madre me necesitaba entera, mi hermana lo necesitaba, mi prima, mi tía...Con quien estuviera... Nadie tenía fuerza suficiente como para mantener la calma por uno mismo de modo que mucho menos podrían intentar calmar a los demás.
Recuerdo cuando cada vez que sonaba el móvil de mi madre me daba un vuelco el corazón y me asustaba. Me siguió pasando hasta año y medio después de que faltara. Recuerdo que intentando parecer segura preguntaba mientras para mis adentros rogaba que me mintiera, que no me contara la verdad. Pero yo me lo estaba tomando muy bien, no parecía muy afectada, no parecía tan mal, ¿por qué no decir las cosas como son?
También escuchaba a escondidas, esperando una buena noticia que nunca llegaba. Siempre algo iba mal... Siempre se alejaba un poco más...
Recuerdo que, como cuando me pongo nerviosa a la mínima empiezo a temblar, para evitar que lo notaran metía las manos en los bolsillos o las escondía bajo las mangas. Aún conservo la costumbre.
Perder a alguien de pronto es duro sin duda, no te da tiempo a despedirte. Pero verle..cada día un poco más lejos de ti, tocarle, sonreirle, cogerle la mano..y sentir miedo a soltarla porque te da la sensación..de que si la sueltas no podrás retenerla más..se irá...Hasta que se va. Oh, eso también es horrible...
Jamás en mi vida había tenido tantísimo miedo.
Ahora, sin embargo, ya está bien. Ahora tengo aprendida la lección.
Y yo no les perdí de repente, les vi poco a poco marchar... Y sin embargo, no me dio tiempo a despedirme... Ni antes, ni después de que se marcharan...
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