sábado, 21 de julio de 2018

~ Los sueños no son eternos ~


Por alguna razón, esto es algo que necesitaba expresar de esta manera.




La primera vez que te vi, no lo sabía.
No sabía que serias mi mundo, equivocadamente.
Y mucho menos que te perdería.
No sabía que me partirías el alma.
Que cabían tantas lágrimas en una sola partida.
No sabía que podía querer tanto.
Ni que el corazón, si quería, moría.
No sabía, prácticamente nada acerca de la vida.
La primera vez que te vi, te juro que no lo sabía.
No sabía que te haría tanto daño.                                                              
No sabía que no era lo bastante fuerte para afrontarlo.
La primera vez que te vi, con tu verdadera sonrisa,
Se me encogió el alma, y las mariposas revolotearon en mi tripa.
Ni idea tenía, de verdad, de que existía.
¿Podía ser real? ¿Podía, de verdad, estar pasando?
Algo como lo nuestro. Tú, yo, y el mundo que nos rodea.
Pero el mundo aparte, pues no se requería.
Nosotras dos éramos suficiente.
Al menos, a mí, me valía.
Pero los sueños no son eternos.
Tan sólo duran hasta que llega el día.
Y cuando el sol clarea, y las luces se apagan,
Y la realidad te despierta (o te golpea),
Y abres los ojos, y por primera vez miras
Duele. No hay más; duele.
Duele porque no hay mundo aparte.
Duele porque no hay más “tú y yo”.
Porque te preguntas si siquiera antes lo había.
Y entonces buscas tu corazón.
Y al no encontrarlo te das cuenta de que todo fue real
De que tú sí existías.
Porque mi corazón se fue contigo.
Porque llegó el invirno a mi vida.
Y la luz no volvió a brillar como antes,
Ni las mariposas volvieron a mi tripa.
Porque olvidé cómo querer de verdad,
O lo que era una verdadera sonrisa.
La primera vez que te vi, sabía que cambiarías mi vida.
Pero no sabía ni cómo, ni cuándo… Ni adónde me llevaría.
Ahora sé que nunca podré ser la misma.
Ahora sé… Cuántísimo te quería…
O no, eso sí que lo sabía.
Eso es algo que nunca dudé.
Esa es la única verdad que no borró la luz del día.
La que se quedó a arroparme cuando el frescor del alba me inundó aquel día,
El día en que le puso una cadena a mi corazón para que no volviera a marcharse,
El día que cerré la puerta, y decidí seguir con mi vida.
Sé que ahora las cosas son distintas.
Ahora tú estás bien, con tu mundo, con tu vida.
Sé que ahora yo estoy bien, con mi vida, con mi mundo.
Y sin embargo, qué curioso, ¿no te parece?
Y es que yo no lo sabía.
No sabía que aún me quedaban lágrimas.
No sabía que aún se me encogía el corazón.
No lo sabía, qué curioso, no lo sabía…
No sabía que todavía quedaba un poquito de dolor… Reservado para este día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario